Un día, una amistad comienza con un hola, se va desarrollando hasta llegar a un te quiero y concluye con un adiós. Algunas ni si quiera acaban para ojos de ambos, sino que un simple día recuerdas que algún día quisiste a esa persona y hablaste días enteros con ella. Entonces es ese el momento en el que un brote de melancolía entra por tu cuerpo hasta llegar a tu cerebro que manda la orden a tus manos de hablar inmediatamente con dicha persona a la cual tienes "abandonada", aunque es mutuo. Quizás, si estuviéramos en una sociedad en la cual las tecnologías no estuvieran tan presentes no mandaría la acción a las manos sino a la voz, pero es así. Dicha persona te recuerda con gran calidez aunque notas que la confianza ganada desapareció en cuestión de muy poco tiempo. No te sientes cómodo. Algo, por no decir todo, ha cambiado. Ya no utiliza las mismas expresiones para vacilar, para quererte, para reírse de ti indirectamente bromeando. Recuerdas las promesas de que nunca olvidarías a dicha persona y te das cuenta que la has cumplido, ahora, estás ahí, hablándole e intentando que todo vuelva a ser como antes. Perfecto y la monotonía, que aunque cansina, deseada. Esa persona y tú, empezando por el final hasta remontar a dónde se habían quedado. Una relación que perdurará en el futuro superando los vaivenes de la confianza.
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