La soledad te parece el mejor plan para vivir pero, un día la conoces a ella, la ves, suspiras, quieres que sea tuya. Todo comienza con un hola inesperado, una conversación intrascendente pero que, ha conseguido comenzar una amistad que pronto llegaría a más. El primer beso, la primera caricia, la ilusión del amor recíproco. Todo cumple tus expectativas y un día, sin creerlo logras tu objetivo más preciado, consigues a la chica perfecta, te pellizcas para comprobar que no te has quedado dormido en clase, reaccionas y se te llena el cuerpo de felicidad con unas enormes ganas de saltar de alegría. Cada día te gusta más y los sentimientos aumentan, hasta tal punto que te enamoras. Han pasado 9 meses, 7 desde que luchas por ella. No puedes contener la felicidad, es tanta que se desborda. Pero un gran día, todo se viene abajo, llegan las dudas y los lamentos. Temes que el hola que hace ya 9 meses lo empezó todo se pueda convertir en un adiós y concluya. No temes a nada, ni a la misma muerte, solo tienes miedo de que te olvide y no te necesite.
Es increíble la capacidad de reacción que tiene una palabra y más en conjunto. Un te quiero te puede hacer feliz, un deberíamos dejarlo te mata por dentro, un no sé hace que le des miles de vueltas. Todas estas palabras tienen un grado y una consecuencia dependiendo de la persona que las pronuncie o escriba. Todo era tan perfecto, cuando las primeras palabras eran las únicas que cabían en su boca, ahora la duda corrompe y trae consigo los otros dos conjuntos de palabras. Te preguntas cómo será tu día a día sin ella, sin sus conversaciones desde que te levantas hasta que te acuestas, los besos, las cogidas de mano, los abrazos y los te quiero. Todo era increíblemente increíble, el más mínimo detalle parecía enorme, y, como por arte de magia, pasan a ser dudas y dudas. Qué elegirá, me querrá, no me querrá... Solo queda rezar, a quién, no sabemos, pero el simple hecho de pedir algo nos mantiene con la esperanza de recuperar lo que fue nuestro y tanto nos gustaba. A ella.
Los pequeños detalles son los que marcan la diferencia. Un hola puede cambiarte la vida sin apenas darte cuenta. Un día, cualquiera, que piensas que puede ser como cualquier otro, ese hola, a una persona desconocida que pronto pasará a ser conocida, luego amiga y luego más aún, te cambia tu modo de vida. Pasas de vivir por y para ti para preocuparte por los demás, aunque, en especial, por ella. Mides tus pasos e intentas ser la persona más perfectamente perfecta que puedas. Un día todo empieza a  coger fuerza y sientes hasta miedo de tus sentimientos, pero ya no hay vuelta atrás. Has elegido querer a esa persona y no te arrepientes de ello, aunque eso signifique sufrir. Sabes que no hay ninguna como ella, que la chica ideal que esperabas hace años apareció un día de verano sin previo aviso, pero es así, lo mejor llega cuando no te lo esperas. Cada instante a su lado es una seguridad increíble, te sientes inmune a los peligros de tu alrededor, sientes que se protegen mutuamente. El mayor de tus problemas pasa a ser algo insignificante, reinventa el significado de las miradas y es capaz de transmitirte todo con un simple contacto directo entre vuestros ojos. Es inevitable sonreír y/o morderte los labios al mirarla porque es capaz de dejarte indefenso ante sus encantos. Ahí te das cuenta que estás enamorado, que esa chica es perfecta, a tus ojos. Da igual cómo la vean los demás, lo que digan de ella, para ti es ideal, perfecta, y es lo que verdaderamente importa. Lo único que quieres es despertar a su lado y darle los buenos días siendo a ti al primero que vea al levantarse. Sonreír como un idiota al oír su nombre. Y ahí, ahí todo cobra sentido y sonríes al pensar en ella. De esta forma, has pasado de ser un alma solitaria toda tu vida a estar enamorado de la chica perfecta para ti, el sueño de cualquiera.
La vida pasa sin que nos percatemos de ello. Suena el despertador y toca comenzar un nuevo día, pero, cuando nos vamos a dar cuenta ya es hora de dormir. Nos pasamos el día esperando que sea de noche, la semana esperando que sea viernes, el año esperando que sea verano y la vida esperando ser felices. Pero, igual que ignoramos el paso del día descuidamos que la felicidad la tenemos ante nuestras narices.  No hace falta buscarla en el futuro o en olvidar el pasado, se trata de vivir el presente. Siempre hay algo que nos hará mover los músculos de la cara para sonreír, ya sea nuestra familia, un amigo, una novia o el simple hecho de tener una vida digna. Los mínimo detalles son los que te hacen felices pero nos empeñamos en buscar grandes logros para relacionarlo con felicidad. Felicidad es una sonrisa de esa persona tan importante, un te quiero o un simple buenos días. No todo aquello que para los demás es un simple gesto sin más, para nosotros debe serlo.
Una mueca rara, te tiemblan los labios, seguido de un apretón de los ojos, mientras permanecen cerrados sale la primera como aviso de lo que viene. Detrás de la primera lágrima salen más como si de un bucle infinito se tratase, cada una de ellas lleva grabada la palabra sufrimiento. Cada una es un recuerdo, una razón por la cual tienes para llorar, una forma en la que serías feliz pero no tienes. Corren por la mejilla hasta llegar a la barbilla, caen al suelo y se desvanecen, tan rápido como tu felicidad. Solo te queda resignarte a verlas caer y dejar que algo cambie para que el sufrimiento pare. Llora, siente.
I love you.
Permanezcamos juntos, tú y yo, seamos uno, dejemos al mundo claro qué sentimos. Todo es posible, solo debes quererme. Lo demás vendrá solo.