Días en los que te levantas con una sonrisa de oreja a oreja y piensas que hoy es tu día, el día en el que te van a pasar cosas buenas, cosas que quedarán en el recuerdo para aquellos días de melancolía en los que quieras recordar qué fuiste en un pasado con 20 años menos. Pero a medida que pasa el día vas viendo que no es tan bueno como creías, eso sí, al menos no va mal y no te puedes quejar. De pronto empiezan a pasarte cosas tal así como que una amiga empieza a discutir contigo por temas estúpidos pero que al fin y al cabo sabes que acabará mal. Acaba mal y sintiéndote muy culpable dices que aún queda día por delante, cuando te vas a dar cuenta, el día ha sido una mierda y ya sólo te imaginas si algo podría salir peor. Entonces, de pronto aparece -como si estuviera planeado- una de tus mejores amigas a ponerte pegas, las cuáles desconoces y te dejan atónito. Esto lleva a que proponga un "hablamos menos" lo cual te hunde por dentro y deseas pegarle a la pared por mucho que te duela y tantos huesos te rompas. Además de soltar lágrimas suficientes como para ahogar al gato en la bañera. Te sale tu faceta filosófica y sensible y envías un fragmento -más que fragmento, testamento- del cuál hasta tú te sientes orgulloso al haber podido expresar gran parte de lo que sientes a través de las palabras. Tu amiga se siente tan orgullosa de haberse equivocado y reacciona jurando que nada cambiaría. Ambos lloramos de alegría. Un día que pareció horrible hasta el último minuto, fue precioso. No acabando el día y faltando pocos minutos sacas el coraje suficiente y logras arreglar la situación con tu amiga, ahora sí, un día que creías que iba a ser perfecto cumplió tus expectativas.
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